El Arco de los Herreros, el mejor de San Juan de Sigüenza en 2015
La ciudad del Doncel vivió una de las fiestas más bonitas del año, en la que la ciudad, alfombrada de cantueso o sanjuanera, olió a primavera en el comienzo del verano, y escuchó los sones de las dulzainas en todos sus rincones
jueves 25 de junio de 2015, 10:51h
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Arco de los Herrreos, primer premio
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Bailes en la Alameda
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Barrio del Tinte
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Berlineses en los Arcos de San Juan
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Los Dulzaineros
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La Residencia de La Alameda
La ciudad de Sigüenza vivió ayer uno de los momentos más emotivos del año, con la celebración de los Arcos de San Juan, una arraigada, popular y ancestral tradición doncelina que llena de primavera, color, buen humor y emociones el comienzo del verano.
La fiesta fue por barrios, y terminó el corazón de la ciudad, en la misma Plaza Mayor, con la actuación de la rondalla seguntina y de la agrupación de baile 'Virgen de la Mayor'. Fueron ocho los vecindarios que presentaron a concurso su arco correspondiente. Todos tienen en común el altarcillo de San Juan, con su cuadro de San Juan niño que lo preside, las cimbras de chopo, los adornos multicolores, las rosas y el aroma inconfundible de la sanjuanera, o cantueso, que alfombra la ciudad en la tarde del día 23 de junio. Pero cada uno tiene su particularidad, y una historia detrás.
Un jurado de siete miembros, presidido por el alcalde de Sigüenza, José Manuel Latre, recorrió los ocho arcos para dilucidar entre todos cuál era el más original y mejor hecho. Reunido en el Salón de Juntas del Ayuntamiento de Sigüenza, y a partir de las 21:30 horas del 23 de junio de 2015, acordó otorgar el primer premio al construido por la calle de los Herreros; el segundo, al confeccionado por la Residencia Saturnino López Novoa; y el tercero, a la Residencia de La Alameda. Cada uno de ellos, incluyendo los tres ganadores, recibió un premio adicional de participación con dotación económica de sesenta euros. Los tres primeros, además, una flamante placa, hecha en el Taller Medieval que tiene su sede en la calle Mayor de la ciudad. Los representantes de los barrios recogieron sus premios al finalizar la actuación musical de la rondalla.
Fue a partir de las 18:30 horas de la tarde cuando jurado y dulzaineros se reunieron en la Plaza Mayor de Sigüenza para iniciar la ronda por los barrios participantes. El primero de los arcos visitados fue el de la calle Francisco Gonzalo, el carterillo, en la urbanización El Doncel, de nueva creación. Y, aunque las casas no tengan muchos años, sus vecinos gustan de participar en la fiesta de los arcos, que tiene todos los del mundo. “En el barrio vive gente mayor que siente la tradición seguntina, guardan con cariño infinito sus cuadros de San Juan niño y las mantillas con las que hacer el altarcillo”, contaba Marga Olaberri, que además de vecina de El Doncel, es guía turística de la ciudad. Los niños del barrio se lo pasaron en grande colaborando en la confección del arco. “Ellos han dibujado y recortado las letras y los adornos de cartulina que tiene el altar, y nos han ayudado a recoger ramas de chopo y rosas que luego decoran el arco”. Después de que los dulzaineros templaran gaitas, se arrancaron, naturalmente, por sanjuaneras. No hubo pies, de jóvenes o viejos, que quedasen quietos al oír el dulce soniquete de los músicos.
La siguiente parada en el recorrido de los arcos llevó a jurado y músicos hasta la Residencia La Alameda. Los mayores, sus familiares y empleados habían convertido la entrada al edificio en una réplica de la Plaza del Doncel. No faltaba detalle. Ni la misma Casa del Doncel, con sus borlas de piedra, ni tampoco la fuentecilla referida, que se podía ver, como en el original, en una esquina de la representación. Daniel Sánchez era el portavoz del arco. Terapeuta ocupacional de la Residencia, la emoción con la que hablaba ayer de sus mayores no era sólo fruto de su buen hacer profesional. Se hacía evidente que disfrutaba viendo cómo a los abuelos se les iluminaba la cara viendo bailar la jota y escuchando la música de los gaiteros. “Toda la Residencia lleva un mes trabajando en la confección del arco, desde que empezamos a recortar las flores de papel a finales de mayo. Las últimas dos semanas han sido muy intensas. Hemos preparando los escudos de la Casa del Doncel, las gárgolas y adornos y la fuentecilla”, explicaba con las dulzainas de fondo. “A los abuelos les hace ilusión, sobre todo a los seguntinos, pero también a los demás”. Para ellos fue el tercer puesto del concurso.
El Arco de La Alameda había preparado un manojito de tomillo y de sanjuanera para cada dulzainero y miembro del jurado. Un poco antes de que se marchara la comitiva con la música a otra parte, el gran Pedro Pardillo, que anda delicado de salud pero a quien le sobra el amor por la música y por su ciudad, se arrancó a cantar la jota. En la calle de Alfonso VI se hizo el silencio para escuchar a don Pedro. Su amigo del alma, Pepe Cerezo, se preparaba mientras tanto para continuar poniéndole, un rato más tarde, la banda sonora a la fiesta de San Juan. Ellos dos fueron los artífices del resurgir de la rondalla, y así se lo reconoció todo el mundo al cantante cuando terminó su copla con un emotivo aplauso.
En la residencia de Saturnino López Novoa esperaba Esperanza Juberías. Ella, animosa y dispuesta, ha sido la instigadora principal de la construcción del arco, a la que los residentes se entregan con esmero. “Las flores están hechas de papel, las letras las han coloreado los mayores, las hojas que recubren la estructura del arco están clavadas una por una… Llevamos más de un mes preparándolo. A los mayores les hace una ilusión enorme, ellos mismos se motivan y te motivan a ti, así que cuando llega el jurado y lo ve, es un momento muy especial”, decía la que es terapeuta ocupacional de la Residencia. Como el año pasado, allí estaba María Ranz, que con ochenta y tres años bailó la jota como lo hacía hace sesenta en Cardeñosa, el pueblo donde nació. Para ellos fue el segundo premio del concurso.
En la Residencia de San Mateo, los mayores esperaban con ansiedad, como niños, la llegada de jurado y dulzaineros. El patio del edificio lucía precioso, con su fuente de piedra manando agua y los pórticos acristalados adornados con motivos sanjuaneros. También estaba allí Mónica Ortiz, que trabaja en la Residencia y que ha coordinado, un año más, todo lo que tiene que ver con la elaboración del arco. “Hemos hecho cadenitas de cartulina de colores, regalos de San Juan que ellos les entregan a ellas y que también repartimos entre quienes nos visitan. El cuadro que preside el altarcillo de San Juan, nuevo este año, lo han tejido las abuelas de la residencia”, contaba Mónica. Las flores naturales que adornaban el altar fueron cultivadas por los abuelos. También había rosas, unas hechas de papel y otras procedentes de los rosales que colorean el edificio. Los mayores ayudaron a Mónica a colocar las ramas de chopo y a tejerlas en el lugar en el que anualmente la residencia coloca su arco.
El jurado continuó su recorrido por las calles del Hospital, Comedias y San Vicente para llegar hasta la Plaza del Doncel, adonde el barrio de San Vicente había tejido su arco. Isabel Urzáiz, una de sus vecinas, resumía que todas las familias que allí viven habían colaborado para que el arco tuviera el porte de siempre, elegante, pleno de detalles y siguiendo las líneas maestras de la mismísima Casa del Doncel cuyas curvas remarcaba de verde y rojo, chopo y rosas. “Las familias Yubero, Hernando, Rodrigo, Bussons, Alcalde… Todas han colaborado para tejerlo. Los niños y niñas se han vestido con los trajes típicos, y ayer fueron a coger rosas, sanjuaneras y ramas de chopo. Hemos decorado el arco con instrumentos, porque en este barrio somos muy musicales, y con una tinaja, la cesta de mimbre donde guardamos la leña, piñas y el botijo, que nunca falta. El cuadro de San Juan es de Nacho Amo. Es el mismo que ponemos todos los años”, explicaba con detalle.
Y de San Vicente a San Juan. Naturalmente, el barrio que recibe su nombre del Santo, no podía faltar al concurso. Y es que todos los vecinos, desde que recuerdan, han visto el arco colocado en la escalinata que la recoleta Plaza de San Juan tiene en uno de sus lados. Hasta allí se llega subiendo o bajando por las calles de San Juan o de Jesús. El lugar olía a cantueso y las losas de piedra del suelo, estaban alfombradas de pétalos de rosa. Esperando al jurado estaban algunas de sus vecinas, vestidas de Sanjuaneras. En cuanto sonó la dulzaina, se arrancaron a bailar. Y, pese a que el arco siempre está en el mismo sitio, nunca es igual. “Se buscan las flores y los chopos, pero luego cada año le añadimos algo original y distinto”, explicaba una de las vecinas, Teresa López. Debajo del cuadro de San Juan, propiedad de Teresa Plaza, había un fajín rojo, flores silvestres y decenas de rosas. Allí se unieron a la marcha del jurado un grupo de berlineses, que estudian español estos días en la ciudad del Doncel. Ya no se separaron de él hasta el final de la ronda.
El arco de la calle de Herreros, que fue elegido por el jurado como el mejor de los ocho, estaba colocado en una de las esquinas de la calle, a continuación del arco, en esta ocasión de piedra, que lleva ese mismo nombre. Allí tienen la suerte de contar con su propio grupo de dulzaineros, los de La Travesaña, que alegran la fiesta todo el día. Cuando llegaron los dulzaineros de Sigüenza, un impresionante grupo de catorce instrumentistas, entre gaiteros y redoblantes, le ponía música a la ya cercana caída de la tarde. Mientras, ellas bailaban en parejas, siguiendo los movimientos típicos del baile del Santo. Los niños y niñas del barrio, pedían una perrilla para el arco de San Juan, y, a cambio, entregaban un manojito de aromáticas. En el centro del arco, estaba un cuadro que habían dibujado los ancianos de la Residencia de San Mateo, “a los que rendimos homenaje, destacando su cuadro por encima del tradicional”, decía Soraya Alonso, después de bailar una pieza. Además, este año, con serrín de colores, los vecinos habían tejido una alfombra sobre el mismo suelo de la calle que simulaba flores rojas y blancas.
El último arco visitado por el jurado fue el del barrio del Tinte. El día 23 se cumplieron sesenta años consecutivos en los que el barrio lo teje en el mismo lugar. Todos comen y cenan allí mismo, junto al arco, y se encargan de recopilar “ramas de chopo, rosas y cardos que robamos con nocturnidad y alevosía”, decía con guasa ayer Rita Rodríguez. Con ellos recubren y adornan el armazón metálico que lo soporta. Además, El Tinte se distingue por hacer una lumbre en la que queman el tomillo y el cantueso para hacer buen olor cuando llega el jurado y los dulzaineros, y por la originalidad de los escudos que dibujan sobre el suelo, siempre con pétalos de rosas. La de este año representaba la paloma de la paz.
El jurado que decidió los premios estuvo integrado por el alcalde de Sigüenza, José Manuel Latre, por los concejales Sonsoles Arcones y Felipe Lucio; por Ana María Dolado como integrante de la Asociación de Amas de Casa Seguntinas; por Gloria Ortega del Centro Católico de Cultura Popular y Desarrollo de Adultos; por Juana Bermejo de la Asociación de Jubilados y Pensionistas Segontia; y por David Pérez, de la Asociación de Dulzaineros de Sigüenza, siendo la secretaria del mismo Eugenia Pallán. Esta mañana, toda Sigüenza ha desayunado chocolate calentito con bollos.