¿Cuánto vale la palabra de Page?

La palabra de Emiliano García-Page vale lo que usted quiera pagar por ella, aunque antes de rascarse el bolsillo mire debajo de la tapa del yougur o en la bolsa de patatas fritas por si le ha tocado. Si es el caso, no se haga ilusiones porque ya le adelanto que no vale nada. Es más, si me la encuentro por la calle ni la cojo.

No hace mucho, justo después de que le saliera mal su aventura en Madrid, Page se dejaba querer en los diarios nacionales ejerciendo de algo que no es. En esas amables entrevistas hablaba de todo como si supiera de todo y en ellas no se cansaba de repetir que no pactaría con Podemos ( No, no pactaré con Podemos, en El Mundo, o No voy a ser presidente de Castilla-La Mancha a cualquier precio ni pagando peajes, en La Razón, por poner un ejemplo).

Sabía que Podemos le estaba ganando por la izquierda y quizás intuía que iba a cosechar el peor resultado del PSOE en unas elecciones autonómicas en Castilla-La Mancha. Por eso se envalentonó y, claro, por prometer que no quede.

Si finalmente pacta, que pactará, y consigue ser presidente de Castilla-La Mancha siendo la segunda fuerza política, estará enterrando al PSOE regional que no será sino una comparsa del partido de Pablo Iglesias, aunque quizás eso dentro de cuatro años ya no importe porque nos tocará recurrir a los de siempre para que salven los muebles.

Ese puede ser el próximo presidente de Castilla-La Mancha: un hombre sin palabra y sin oficio ni beneficio, capaz de lo que sea con tal de seguir viajando en Audi. Que nadie lo olvide. Por mucha alegría y mucha euforia este hombre no ha ganado las elecciones, no le han elegido para ser presidente pero su gestión nos la comeremos con patatas.

Ya pueden echarse a temblar dependientes, maestros, alumnos, profesores universitarios, funcionarios, empresarios o autonómomos cuando Page prometa algo porque su palabra, ya saben, no vale nada. A lo mejor paga ahora que tiene las cuentas claras, pero dentro de poco nos tendremos que echar a temblar y volverá a salir a la luz la gestión socialista: prometer y que pague otro... Y se pueden imaginar quién es el otro,¿verdad?