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 (Foto: Álvaro Picazo Pérez)
(Foto: Álvaro Picazo Pérez)

El Parque Natural del Río Dulce, un lugar inolvidable para los amantes de la flora y la fauna

Por Laura G. Puebla
miércoles 22 de octubre de 2014, 11:30h
Félix Rodríguez popularizo estos parajes a través de sus documentales y el parque fue declarado el 27 de febrero de 2003
En Guadalajara existen en la actualidad tres parques naturales, uno de ellos es el Barranco del Río Dulce. Los turistas que se acerquen hasta aquí podrán disfrutar de la flora y la fauna de este hermoso paraje.

El Barranco del Río Dulce fue declarado parque natural el 27 de febrero de 2003 con el objetivo de garantizar el paisaje, la flora y la fauna de este maravilloso paraje. El parque tiene una extensión total de 8.348 hectáreas. Estos espectaculares paisajes fueron popularizados por el añorado naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, ya que se convirtieron en el escenario idóneo para un buen número de sus documentales televisivos, especialmente los dedicados a águilas y lobos. Precisamente, en el término municipal de Peregrina hay un mirador que lleva su nombre.

El territorio del parque comprende los términos municipales de Algora, Mandayona (Aragosa), Mirabueno, Saúca (Jodra del Pinar), Sigüenza (La Cabrera y Peregrina) y Torremocha del Campo.

Aunque presenta una alta concentración de valores naturales, su importancia ambiental radica en un proceso geológico de gran relevancia, ya que el río Dulce corta la paramera alcarreña, originando un profundo y sinuoso surco en los estratos de calizas.

El valle fluvial del Dulce posee un notable desarrollo de elementos geológicos, entre los que destaca una hoz en Peregrina, escarpes de formas variadas, cascadas y un meandro abandonado. Entre las cascadas, cabe destacar la de Gollorío, de 20 metros de caída y de difícil acceso, situada frente al mirador de Peregrina.

Por su parte, la vegetación que cubre la hoz está formada por encinares, quejigares y reductos de sabinar albar y de rebollar, guillomares y erizales que cubren las laderas rocosas del parque.

En este paisaje contrastan las ásperas laderas y en el fondo del valle, los retazos en galería ensombrecen y dan vida al curso del río. Fresnos, sauces, álamos blancos, arces y chopos le ofrecen variadas tonalidades en las diferentes estaciones del año.

No obstante, el valle aglutina un elevado número de hábitats diferentes. Esto genera una alta diversidad de especies, inusual para el tamaño relativamente pequeño del parque. Esta diversidad es especialmente notable en el grupo de aves y, en menor medida, en el de mamíferos.

Los escarpes del barranco son el hogar del águila perdicera, del águila real, del alimoche, del buitre leonado, del halcón peregrino y del búho real. Además, el propio curso del río proporciona unas condiciones favorables para especies como la trucha común, el martín pescador, el mirlo acuático, el musgaño de Cabrera y la nutria. También es importante la amplia comunidad de mamíferos carnívoros terrestres como el tejón, el gato montés, el turón, la garduña, la comadreja, el zorro, el corzo o los jabalíes.

Mucho más que fauna y flora
Los recursos naturales del parque se pueden completar con los proporcionados por el patrimonio cultural, destacando sobre el conjunto histórico de la ciudad de Sigüenza. Precisamente, muchos de los visitantes que llegan a este espacio natural lo hacen desde la Ciudad del Doncel.

No obstante, existen otros municipios que también cuentan con diversas riquezas culturales que harán más ameno el recorrido por esta parte de la provincia. El románico está representado en las iglesias de Jodra, Saúca, Aragosa, La Cabrera, Estriégana, Cubillas del Pinar y Peregrina. Por su parte, los templos de Algora, Torremocha del Campo y Mandayona tienen un estilo renacentista.

Asimismo, las crónicas históricas señalan que en las inmediaciones del parque, concretamente en Aragosa y Mandayona, también hubo fortificaciones, aunque en la actualidad apenas quedan restos de ello. No obstante, en Peregrina sí que se pueden ver las ruinas de un castillo, que data del siglo XII.

Para los amantes de los castillos, a pocos kilómetros del parque, también se pueden visitar las fortificaciones de Torresaviñán, Guijosa, Palazuelos y Riba de Santiuste.

Las mejores épocas para visitar el parque son el otoño y la primavera, ya que puedes ver como caen las hojas de los árboles o visionar los diferentes tipos de plantas en flor. No obstante, cualquier época del año es buena para hacer una escapada a esta zona de la provincia de Guadalajara.
 (Foto: Álvaro Picazo Pérez)
(Foto: Álvaro Picazo Pérez)
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