Importantes ciudades rusas están envueltas en una neblina debido al megaincendio que continúa arrasando los bosques de la taiga siberiana, en lo que se está convirtiendo en un hecho anual. Este va a ser otro año en el que las autoridades rusas no logran detener estos incendios que ponen en riesgo a las comunidades locales y contribuyen al cambio climático.
Grigory Kuksin, responsable de la unidad de incendios forestales de Greenpeace Rusia, ha declarado: “La extensa región rusa de Siberia se está calentando mucho más rápido que el resto del planeta. Este verano ya ha vivido olas de calor extremas, vertidos de petróleo causados por el deshielo del permafrost e incendios forestales devastadores: ¿qué tiene que pasar para que finalmente actuemos sobre el clima?.
Según los datos de monitoreo por satélite, el área total quemada por incendios forestales en Rusia desde principios de 2020 ha alcanzado los 19 millones de hectáreas, una superficie mayor que toda Grecia. Aproximadamente 10 millones de hectáreas sufrieron incendios forestales. El resto, según fuentes de Greenpeace Rusia, fueron causados por rayos, otros se iniciaron en las orillas del río, probablemente como consecuencia de fogatas. Otra causa común de los incendios forestales de Siberia son las quemas prescritas a gran escala que se salen de control, así como el requisito legal impuesto a las empresas madereras para destruir los restos de madera.
“Las autoridades rusas deben trabajar rápido para evitar que las ciudades se llenen de humo tóxico. Ahora más que nunca hay que acabar con los recortes económicos en la protección de los bosques y apoyar la silvicultura para proteger nuestra salud y nuestro clima”, ha añadido Kuksin.
La mayoría de los incendios se han producido en áreas remotas de Rusia y Siberia Oriental, pero los efectos se están extendiendo. La semana pasada, el humo nocivo de los fuegos cubrió las ciudades siberianas de Yakutsk (Yakutia), Ugorsk y Sovetsky (Distrito de Khanty-Mansiysky) y muchas otras ciudades y pueblos más pequeños. Este humo afecta a la calidad del aire, lo que genera preocupación por la dificultad respiratoria exacerbada durante la pandemia de COVID-19. Existen evidencias de que la contaminación del aire puede afectar la capacidad del cuerpo para defenderse contra los virus respiratorios y empeorar los síntomas de las personas infectadas