Situada en el centro del pueblo y cuidada al detalle, 'El Capricho de Albalate' transporta a quien se aloja en ella a la España imperecedera.
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Dolores Ortega y su marido adquirieron en su anterior etapa laboral -durante 20 años regentaron la panadería y pastelería de Albalate- la casa que era el nexo de unión entre el obrador y su propio domicilio.
El matrimonio decidió invertir tiempo y dinero, convirtiéndola en su capricho. Dolores, que es aficionada a la restauración y amante de lo antiguo, de objetos con personalidad, presencia y estilo, decoró la casa con los muebles y detalles que recuperaba.
Así fue como convirtió la casa rural 'El Capricho de Albalate' en un museo familiar, que cuenta con piezas de mobiliario pertenecientes incluso a las abuelas de sus propietarios. “Esta segunda vida que se le da a todo aquello que reciclamos y restauramos me hace sentir más cerca de quienes pasaron por nuestra vida, y ya se han marchado. Cada detalle le aporta su propia vida interior, y da calidez a la estancia”, afirma Dolores.
Una ventana vieja como perchero, las sillas que hizo su abuelo para que los niños se sentaran frente a la lumbre o su antiguo aparato de radio, fotos en blanco y negro, el baúl de la abuela Candelas, o las mesillas de su madre… Cada rincón, exquisitamente cuidado, desvela felices momentos familiares. “Algunos clientes me dicen que las fotos de la casa que se pueden ver en internet, no le hacen justicia, que es mucho más bonita al natural. Por eso, su encanto real es un valor añadido para quienes se alojan en ella”, asegura.
La estructura del edificio es la original, con vigas de madera y ladrillo visto. Ha sido rehabilitada respetando al máximo su esencia. La casa consta, en su planta superior, de dos dormitorios amplios, uno con balcón y otro con techo abuhardillado que le otorga un aspecto acogedor, y un baño completo. En la planta baja hay un aseo, la cocina, de estilo rústico y totalmente equipada, y el salón con chimenea que en invierno le ofrece calidez y confort. La joya de 'El Capricho' es el patio. Distribuido en dos ambientes, barbacoa y cenador, invita a los huéspedes a reunirse al finalizar la jornada para compartir sus experiencias y preparar la siguiente aventura.
'El Capricho' ofrece servicio de alojamiento, pudiendo hacer uso los clientes de todo lo que hay en la casa. “Les damos a llave para que se encuentren como en su propia casa, y la disfruten con libertad como tal”, explica la propietaria. Los clientes, en invierno, reciben como obsequio la comida de un día, consistente en migas manchegas con huevo ecológico y un postre dulce, “haciendo así un guiño a nuestro anterior oficio, que vamos variando en función del mes y de la climatología”, añade Dolores.
'El Capricho' abrió sus puertas hace ya 18 años, pero gracias al mimo con que Dolores lo cuida todo, se conserva tan bonito como el primer día. “Hay que cuidar los detalles y no dejar que nada se estropee. Y, cuando pasa, repararlo de inmediato. El Capricho es como mi propia casa. A mí me gusta que todo esté cuidado al detalle, y eso mismo es lo que quiero que sientan los clientes”, afirma la propietaria.
Entre sus muros se han alojado novios, se han hospedado familias, amigos que han hecho de Albalate su punto de encuentro, 'El Capricho' ha acogido celebraciones familiares e incluso despedidas de soltero y de soltera. “Me hace especial ilusión el hecho de que una novia o un novio hayan salido de la casa camino hacia el altar en un día inolvidable para el resto de sus vidas. Que hayan tenido la confianza de salir desde 'El Capricho', es un honor y un orgullo”, continúa.
La ubicación de la casa es uno de los secretos de su éxito. Está en pleno centro de Albalate, y por lo tanto cerca de todo. Aunque en el pueblo no hay distancias, la situación en un lugar próximo a la iglesia, al mercado o al centro médico, es un valor añadido para que guste. 'El Capricho de Albalate' se anuncia en diferentes plataformas digitales como Toprural o Escapada Rural, aunque, sin lugar a dudas, “el boca a boca de los clientes satisfechos es nuestra mejor promoción”.
Dolores Ortega nació en Mondéjar, pero lleva 34 años viviendo en Albalate, donde han nacido sus tres hijas. Los años que regentó la panadería le hicieron tener una relación especial con sus vecinos. Después de tanto tiempo, por supuesto, se siente albalateña de pies a cabeza. “Albalate no es un pueblo famoso, pero tiene tanta belleza natural y arquitectónica, que todo el mundo debería venir a conocerlo” dice. Enamorada del lugar que la acogió con los brazos abiertos, Dolores no duda en destacar sus paisajes y, en especial, las puestas de sol.
Lo que más le gusta de Albalate son sus tradiciones. Y, entre ellas, la celebración de San Blas, por la peculiaridad de su fiesta, con su procesión, que dura hasta que se cansan los danzantes, por la alegría que desprenden los bailes, y por la ilusión con la que los participantes esperan todo el año su llegada. También la fiesta del día siguiente, San Blasillo, en la que todo el pueblo colabora. Unos rifando y otros aportando productos para la rifa que se celebra mientras se degusta limonada y caridad, un bollo de pan que se reparte por las casas. “Quien conoce Albalate tiene que volver porque su belleza es diferente en cada época del año, y merece la pena sentirlo en todas las estaciones”, termina Dolores.