Los romances de los pastores vuelven a sonar en el corazón de la Sierra Norte
En el entrañable certamen de Villancicos de Tamajón, que preludió una noche de fraternidad y cánticos, celebrada en el Centro social de Tamajón.
domingo 27 de diciembre de 2015, 20:27h
Tamajón se convirtió ayer en el corazón navideño de la Sierra Norte en el que fue el III Certamen de Villancicos de la localidad. Tres rondas, convocadas por el Ayuntamiento, se dieron cita en el Centro Social agallonero para fundir con el calor de sus tonadas el frío serrano, que por fin, después de muchos días, baja de cero el termómetro por las noches. Mientras el salón de actos se llenaba de calor humano, a partir de las seis de la tarde, la temperatura exterior no subía más de los cuatro grados.
Fue el alcalde de Tamajón, Eugenio Esteban, quien le dio la bienvenida a los tres grupos que actuaron anoche: la Ronda de Hita, los Cencerrones de Cantalojas y la Real Zambombada de Atanzón. Además, el regidor pronunció el pregón de la Navidad y del Año Nuevo. “Solamente, querido 2016, sé con certeza que este pueblo en el que nací, y que después elegí para vivir, tiene una edad indeterminada, y que en él los humanos, desde tiempo inmemorial, han dejado vestigios que tarde o temprano se encontrarán. A nosotros nos corresponde ahora dar los pasos oportunos para marcar una huella firme que se grabe en los archivos de nuestros confines para demostrar a los que vengan después que nosotros que Tamajón fue un lugar donde cabían todos, un punto de referencia en su entorno, una gran fábrica de solidaridad para los que más lo necesitaban, un punto de encuentro entre personas, una puerta abierta donde se entraba sin llamar, una Cueva de los Torrejones donde aún se conservan nuestras raíces y una realidad de progreso como cuando, después de 300 años se recuperó entre otras cosas, aquel Hospital de Pobres que tenía Tamajón, levantando nuestra Residencia de Mayores, por mucho que nos costara hacerlo”, dijo.
Después del pregón, subió al escenario la Ronda de Hita, que interpretó tres villancicos, 'Pastores de Extremadura', 'Cantores callad', “una nana dedicada al niño”, contaba ayer uno de sus integrantes, José Luis Turrión, y, para terminar, 'Las alegrías de Tendilla', que llevaron desde Hita hasta Tamajón. El grupo lo forman veinticinco “rondalleros”, con diez instrumentos, entre cuerda y percusión. “La Ronda de Hita empezó hace seis años. En todo este tiempo, hemos aprendido y perfeccionado nuestra forma de tocar y de cantar”, decía Turrión, satisfecho al término de la actuación del grupo.
Este año, además de en Tamajón, han actuado ya en Atanzón, en Cantalojas “y en varias residencias de mayores, como la de Humanes. Creo que ahí los grupos hacemos una labor social importantísima. Si logramos con nuestros cánticos que los abuelos olviden sus dolores, al menos por media
hora, nos damos por satisfechos”. Naturalmente, también actúan en Hita, al menos una vez cada Navidad.
Desde el fondo del Salón de Actos, lleno, salieron a continuación los Cencerrones de Cantalojas, siempre seguidos del espectacular sonido de sus zumbas. Para abrir boca, Antonio Garrido cantó un romance “típico de nuestro pueblo, que yo, siendo un niño, les oía cantar a los pastores”, explicaba después. Según Garrido, no era Cantalojas el único lugar en el que se entonaban estas pastoradas, “aunque nosotros las hemos conservado”. A partir del día ocho de diciembre, los ovejeros, “muchos recorriendo grandes distancias desde las tainas donde cerraban el ganado hasta el pueblo, con unas nevadas grandísimas, las calles llenas de barro y con unas abarquillas en los pies, que era lo que único que podían calzar en la época, se reunían en la plaza, para darle la vuelta al pueblo, cantando”, recordaba ayer el músico. Al pasar por la Iglesia, los pastores hacían un alto para entonar sus romances. Luego, regresaban a la Plaza, y hacían el más conocido de todos ellos, el de 'La loba parda'. “Ellos, que vivían de su soldada, como mucho 28 fanegas de trigo al año, unas pocas ovejas, y con familias muy largas, eran gente alegre y siempre fiel a sus tradiciones. No faltaba quien en el bar les invitaba a un cuartillo de vino”, seguía. Cuando llegaba la Nochebuena, los pastores eran protagonistas en la Misa del Gallo. “Al llegar a la Iglesia, paraban en la puerta, y pedían permiso a las autoridades para poder pasar adentro. La letra de una pastorada, así lo refleja. Cuando se lo daban, atravesaban la nave central de la iglesia, con los cencerros. Se colocaban a los dos lados del altar, y mientras el pueblo subía a adorar al niño, ellos cantaban”, explicaba. El Domingo de Pascua, los pastores de Cantalojas llevaban dos carneros, “a modo de mascota” a la Misa, “a los que engalanaban con flores” y hacían la ofrenda “de una cordera al señor”. Toda esa tradición popular transmitida de padres a hijos fue la que los Cencerrones revivieron anoche, en Tamajón. Además de los romances, los Cencerrones de Cantalojas hicieron otros dos villancicos, uno de los más conocidos del grupo, el
'Recoge Tomillo' y el de la 'Nochebuena se viene'.
Cerraron el certamen los integrantes de la Real Zambombada de Atanzón. Con Valentín Pérez al acordeón, cantaron cuatro villancicos: 'Buscando el belén', 'Los pastorcillos', 'La Misa del Gallo' y 'La ronda de Atanzón'. Con ellos, la Real Zambombada se llevó a Tamajón la alegría con la que se vivía la Navidad en aquel pueblo. “Afortunadamente, la provincia tienen hoy muchos certámenes de villancicos y hay juventud que se aficiona a la música popular, y también a los villancicos. ¡Que siga muchos años y que no decaiga!”, decía Pérez.
Los “rondalleros” atanzoneros subieron al escenario con pandereta, hierros, almirez y botella, además del citado acordeón de Pérez, en el año en el que han presentado su primer disco de villancicos. Valentín, y Julio Vicente Machuca, recordaron ayer en Tamajón que los mozos del pueblo, en diferentes rondas, pasaban las navidades cantando y tocando la zambomba. “Competíamos a ver quién la construía más grande”, recordaba Julio. Además, había también un grupo de músicos “más profesionales” que lo hacían con guitarras y laúdes, “de la familia de Valentín". En cada casa les daban lo que podían, “una torta o una mandarina, porque estamos hablando de los tiempos de después de la Guerra”, terminaba el acordeonista.
Después del certamen, todos los cantantes y agalloneros que se quisieron acercar al Centro Social, compartieron gachas, migas, y caldereta, invitados por el Ayuntamiento de Tamajón. Allí mismo, en el centro social, siguieron los villancicos en medio de un ambiente de fraternidad. Además, los concejales de Tamajón hicieron entrega a cada ronda de un jamón que compartir entre todos y continuar manteniendo las tradiciones de cada lugar.